“Nueva prueba triatlética en el calendario, en esta ocasión, en la localidad de Ayamonte (tras la modificación del clásico recorrido por la playa de Isla Canela a causa de obras de acondicionamiento y asfaltado).
Algo más de un centenar y medio de atletas nos concentramos para probar las aguas del puerto deportivo de la localidad. Muchas caras conocidas y la presencia, siempre motivante, del a la postre ganador Samer Ali Saad. Por parte del club correcaminos, Alejandro y yo acudíamos con muchas ganas; el primero, tras su magnifica actuación quince días atrás en Sevilla, yo, con idea de realizar una buena competición aprovechando un excelente estado de forma (lo que no deja de sorprenderme y por lo que me encuentro tremendamente satisfecho, a estas alturas de temporada).
Muy buena carrera de Alejandro, que decidió mezclarse con el grueso del pelotón en la salida en suspensión desde el puerto; tras los primeros encontronazos y un ritmo máximo en pos del giro en la primera boya, la prueba se estabilizó y pudo continuar adelantando a atletas para realizar un buen sector de nado, transición aparentemente sin incidentes para encarar el sector de ciclismo hasta que, sobrepasada la línea que permite subirse a la bici y comenzar a pedalear, Alex descoordinó el gesto (montarse en marcha con las zapatillas sobre los pedales es una habilidad que precisa de práctica para su correcta ejecución), rompió demasiado pronto las gomillas y erró el tiro; a partir de ahí, perdió algo de tiempo en descabalgar, desanclar las zapatillas, calzarse y arrancar de manera común.
Pero poco le penalizó este error en el sector pues pronto se vio inmerso en uno de los dos grandes grupos de la prueba y, bien cobijado a rebufo, se afanó por seguir rueda, minimizando el desgaste para finalmente dar cuenta de un buen sector a pie, sin alardes, pero a buen paso, no permitiendo que sus sucesores pudieran darle caza. Hizo entrada en meta en el trigésimo segundo puesto de la general disputando la última posición al sprint frente a un atleta junior. Abusón.
Por mi parte, la carrera comenzó muy bien pues busqué un ataque más oblicuo sobre la primera boya y, por primera vez en un triatlón, tuve una salida limpia, lo que me permitió imponer mi propio ritmo y evitar contratiempos en todo el trayecto; salida sin perder un segundo del agua (no sin esfuerzo pues ese remonte del pantalán a pulso para salir del puerto costó lo suyo) y a correr como alma que lleva el diablo para recuperar tiempo. Transición perfecta, rápida puesta en marcha y comienzo a dar caza a triatletas con menor ritmo, sin divisar ningún grupo al que engancharme aún.
Pero en ese momento llegó el gran condicionante de la prueba para mi. En un recorrido moteado de badenes, rotondas, alcantarillas, baches y demás, a la salida de un giro siento que golpeo contra algo y apenas unos metros después la fatalidad se cierne, la rueda trasera se viene a bajo por completo.
A veces alardeamos de creer conocer aspectos del deporte (o de la vida) sin haber tenido la oportunidad de experimentarlos, solo por la concepción teórica que el hecho provoca. Pues bien, yo ya puedo sentar cátedra frente a problemas mecánicos en triatlón.
En ese momento estaba muy enchufado, enervado por recuperar cuanto antes la distancia cedida en natación, por lo que no tuve ocasión de pensar nada, solo de actuar. Parada en la mediana de la calzada, pie a tierra y a desenganchar la rueda trasera a toda velocidad. En ese momento olvidas todas las precauciones y remilgos para con la bici (un rayoncito, ese rozón al meterla en el coche, una manchita en el manillar...); la empujas contra el césped y emprendes la tarea de batir el récord del mundo en desmontaje de rueda y cambio de cámara. No creo que batiera dicho récord pero el cambio fue preciso y rápido. Y sin pensar de nuevo a pedalear, ahora ya sí totalmente en solitario tras haber sentido pasar a casi todos los corredores.
Poco a poco voy adelantando corredores y, enganchado a la parte baja de la cabra, solo tengo mi punto de mira en el siguiente. Llegando al final de la primera de las tres vueltas al circuito soy cazado por el grupo cabeza de carrera, ¡qué alivio!. Esto me permite continuar a partir de ahí a rueda a un ritmo aún más alto que en solitario durante la siguiente vuelta. De nuevo último giro solo contra el viento y me lanzo sobre el empedrado para soltar la bicicleta, como si aún tuviera alguna opción de remontada después de la gran pérdida.
Transición sin problemas y ahora sí, a volar sobre el asfalto del carril bici hacia la playa. En este momento sí que adelanto a atletas como si aún continuara en bicicleta. Claramente, me encuentro en un lugar de la prueba que no es el mío y el ritmo dista mucho del de los atletas con los que me cruzo. Finalmente, clasifico en la posición ochenta y seis de la general con enorme satisfacción por una carrera fantástica, muy muy rápida. Contento con el rendimiento ofrecido y agradecido a mis piernas por la enorme respuesta.”
VÍCTOR
Algo más de un centenar y medio de atletas nos concentramos para probar las aguas del puerto deportivo de la localidad. Muchas caras conocidas y la presencia, siempre motivante, del a la postre ganador Samer Ali Saad. Por parte del club correcaminos, Alejandro y yo acudíamos con muchas ganas; el primero, tras su magnifica actuación quince días atrás en Sevilla, yo, con idea de realizar una buena competición aprovechando un excelente estado de forma (lo que no deja de sorprenderme y por lo que me encuentro tremendamente satisfecho, a estas alturas de temporada).
Muy buena carrera de Alejandro, que decidió mezclarse con el grueso del pelotón en la salida en suspensión desde el puerto; tras los primeros encontronazos y un ritmo máximo en pos del giro en la primera boya, la prueba se estabilizó y pudo continuar adelantando a atletas para realizar un buen sector de nado, transición aparentemente sin incidentes para encarar el sector de ciclismo hasta que, sobrepasada la línea que permite subirse a la bici y comenzar a pedalear, Alex descoordinó el gesto (montarse en marcha con las zapatillas sobre los pedales es una habilidad que precisa de práctica para su correcta ejecución), rompió demasiado pronto las gomillas y erró el tiro; a partir de ahí, perdió algo de tiempo en descabalgar, desanclar las zapatillas, calzarse y arrancar de manera común.
Pero poco le penalizó este error en el sector pues pronto se vio inmerso en uno de los dos grandes grupos de la prueba y, bien cobijado a rebufo, se afanó por seguir rueda, minimizando el desgaste para finalmente dar cuenta de un buen sector a pie, sin alardes, pero a buen paso, no permitiendo que sus sucesores pudieran darle caza. Hizo entrada en meta en el trigésimo segundo puesto de la general disputando la última posición al sprint frente a un atleta junior. Abusón.
Por mi parte, la carrera comenzó muy bien pues busqué un ataque más oblicuo sobre la primera boya y, por primera vez en un triatlón, tuve una salida limpia, lo que me permitió imponer mi propio ritmo y evitar contratiempos en todo el trayecto; salida sin perder un segundo del agua (no sin esfuerzo pues ese remonte del pantalán a pulso para salir del puerto costó lo suyo) y a correr como alma que lleva el diablo para recuperar tiempo. Transición perfecta, rápida puesta en marcha y comienzo a dar caza a triatletas con menor ritmo, sin divisar ningún grupo al que engancharme aún.
Pero en ese momento llegó el gran condicionante de la prueba para mi. En un recorrido moteado de badenes, rotondas, alcantarillas, baches y demás, a la salida de un giro siento que golpeo contra algo y apenas unos metros después la fatalidad se cierne, la rueda trasera se viene a bajo por completo.
A veces alardeamos de creer conocer aspectos del deporte (o de la vida) sin haber tenido la oportunidad de experimentarlos, solo por la concepción teórica que el hecho provoca. Pues bien, yo ya puedo sentar cátedra frente a problemas mecánicos en triatlón.
En ese momento estaba muy enchufado, enervado por recuperar cuanto antes la distancia cedida en natación, por lo que no tuve ocasión de pensar nada, solo de actuar. Parada en la mediana de la calzada, pie a tierra y a desenganchar la rueda trasera a toda velocidad. En ese momento olvidas todas las precauciones y remilgos para con la bici (un rayoncito, ese rozón al meterla en el coche, una manchita en el manillar...); la empujas contra el césped y emprendes la tarea de batir el récord del mundo en desmontaje de rueda y cambio de cámara. No creo que batiera dicho récord pero el cambio fue preciso y rápido. Y sin pensar de nuevo a pedalear, ahora ya sí totalmente en solitario tras haber sentido pasar a casi todos los corredores.
Poco a poco voy adelantando corredores y, enganchado a la parte baja de la cabra, solo tengo mi punto de mira en el siguiente. Llegando al final de la primera de las tres vueltas al circuito soy cazado por el grupo cabeza de carrera, ¡qué alivio!. Esto me permite continuar a partir de ahí a rueda a un ritmo aún más alto que en solitario durante la siguiente vuelta. De nuevo último giro solo contra el viento y me lanzo sobre el empedrado para soltar la bicicleta, como si aún tuviera alguna opción de remontada después de la gran pérdida.
Transición sin problemas y ahora sí, a volar sobre el asfalto del carril bici hacia la playa. En este momento sí que adelanto a atletas como si aún continuara en bicicleta. Claramente, me encuentro en un lugar de la prueba que no es el mío y el ritmo dista mucho del de los atletas con los que me cruzo. Finalmente, clasifico en la posición ochenta y seis de la general con enorme satisfacción por una carrera fantástica, muy muy rápida. Contento con el rendimiento ofrecido y agradecido a mis piernas por la enorme respuesta.”
VÍCTOR
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